¿Qué hay que hacer?

[Este es un texto que escribí el martes 16 de enero, cuando fue asesinado el piloto Oscar Pérez]

El martes en uno de mis episodios de egocentrismo recordé unas fotografías que un amigo reportero gráfico me había hecho durante una pauta. Estábamos en las afueras del Centro de Ingenieros del Zulia y mientras yo intentaba hacer el cierre en cámara, mi colega me hacía fotos. Lo hacemos muy seguido. Posamos, sonreímos, nos hacemos los serios y nos sentimos superestrellas por unos minutos entre nosotros mismos, luego regresamos a la realidad en el momento que nos toca redactar o editar la nota.

Decidí escribirle a este compañero, pidiéndole las fotos, típica narcisista. Pero lo que vino después de ese mensaje no merecía sonrisa, ni pose, ni ganas de brillar en el lente de una cámara.

"María, entre los que mataron junto a Óscar Pérez está Daniel, Daniel Soto de la universidad".

No fue exactamente así como me lo dijo, era una nota de voz de un minuto con diez segundos donde me explicaba que la compañera de tesis de Daniel y amiga de ambos le avisó que en la lista publicada en los medios, estaba Daniel; su foto y su nombre completo.

Escuchaba la nota y se me erizaba la piel, la mente me quedaba en blanco y me dio un ataque de risa, de los que me dan cuando no asimilo una información. No le respondí a mi amigo el fotógrafo.

Mi reacción inmediata fue llamar a otra amiga que teníamos en común, juntas vimos clases con Daniel, hicimos grupos en las materias de televisión junto a él. Al principio nos dedicamos a poner en tela de juicio todo lo que había pasado con Óscar Pérez, ella se negaba a creer lo que pasó el día anterior y yo intentaba darle el beneficio de la duda a todo lo que a minutos pasa en el país. Intentamos construir escenarios y despejar variables, Sherlock Holmes se quedaba en pañales con los análisis que hicimos o los que creíamos haber hecho. Pero dejamos la llamada hasta ahí y me fui con mi cúmulo de miedo y asombro a contarle a mi familia.

Al cortar la llamada me llegó la imagen de los muertos publicada por el canal del estado minutos antes. Esta vez la recibí en el grupo del trabajo, mi jefa adjuntaba con la imagen "Daniel Soto era estudiante de Urbe". No salía de mi asombro, era ya imposible que fuera mentira. Estaba muerto.

Comenzamos la tarea de avisarle a quienes lo conocían. Ya todos sabían, y como yo, no lo creían, estábamos todos perplejos. Lo recordamos en esos instantes. Todos coincidíamos en reconocer que Daniel pertenecía a los grupos de protestas desde el año 2014, pero estar de lleno con lo que fuere que hacía Óscar Pérez, era más complejo.

La última vez que lo vi me dio el aventón hasta el trabajo. Estaba en la parada donde siempre esperaba el carrito de la línea Socorro en Maracaibo, le saqué la mano a un vehículo viejo, deteriorado, de esos que caracterizan al transporte público en el Zulia y me emocioné cuando lo vi. Empezamos a hablar del trabajo, me preguntaba sobre el canal, cómo había sido ejercer después de las pasantías, le devolvía las preguntas, me contó que esperaba una llamada del medio impreso donde hizo las suyas, al parecer había una vacante para hacer vacaciones.

En  varias oportunidades coincidimos en la calle y en la morgue, donde más estaba, cubriendo sucesos. También me dijo que había tocado puertas en varios medios impresos y mientras esperaba, estaba con el transporte público. Se lamentaba de la situación económica, de la frustración que sentimos los de nuestra edad, yo lo acompañaba con las quejas. Conversamos desde la parada hasta que me dejó en el canal, los otros pasajeros asentaban con la cabeza cuando comentábamos algo del país y hasta tenían ganas de incluirse en la conversación. Fue en aquellos días cuando no se hablaba de constituyente, ni de elecciones, en el primer semestre del 2017, todavía no nos fatigaba hablar de política.

Quedamos en seguir en contacto, por si salía alguna oferta laboral en el periodismo por esos días, se negó a cobrarme y me bajé. Ese día me encontré con mi amigo el fotógrafo, conversamos sobre él, acordamos avisarle sobre oportunidades de trabajo. De ahí no supe más nada, hasta ayer, cuando murió.

Recuerdo los días de universidad, de lo perdido que llegaba a las clases. ¿Qué hay que hacer? Era la pregunta que más escuchábamos venir de él, cuando no sabía qué planeábamos para las producciones de televisión. Fueron tres materias similares, en todas estaba en el grupo. Casi nunca sabía qué estábamos haciendo, pero siempre pendiente de lo que se debía pagar, de lo que se debía llevar. A todos nos dejó asombrados el día de la grabación de la última producción, estaba muy atento, ese día no andaba tan distraído con sus temas.

Creo que esos temas iban más allá de la carrera, de ejercer en la calle. Leo en un portal que le mintió a su familia, que llamó antes de morir para decirles que no se había ido del país con unos amigos, que estaba con Óscar Pérez. Me contaron que él se había 'despedido sin darse cuenta' con mensajes que envió a sus amigos más cercanos días antes de la tragedia.

Nos queda el trago amargo de no entender cómo un muchacho del interior cruza medio país para defender sus ideales sin levantar sospechas. Necesitó mucho coraje y discreción, supongo.


Y ahora ¿qué hay que hacer?

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