Nuestras vidas son los ríos



Nuestras vidas son los ríos. Una novela de Jaime Manrique que de momentos genera la sensación de estar viviendo en carne propia junto a Bolívar y Manuelita las cálidas aventuras y amoríos que envuelven su historia. Pero no, no es real.

Quizás los tintes son similares, algo de cierto debe haber detrás de tanta euforia romántica. Me hizo pensar que Manrique ciertamente estuvo en la misma habitación que los heroicos personajes de nuestra historia, compartiendo junto a ellos esos momentos majestuosos para ellos y atroces para la sociedad de aquellos tiempos.

Bajo la premisa del "después me das las gracias", acepté la invitación a leer este paseo romántico que, sí es verdad, le gana por mucho a Romeo y Julieta de Shakespeare.

De romance sé tanto como de medicina, apuesto a que mis padres darían lo que fuera para que fuese experta en ambos, pero no, sólo sé de hablar paja en vivo, en letras, sobre política y cine, de vez en cuando. La tragedia es mi tema favorito, el periodismo y el romanticismo no se la llevan, el primero busca la verdad y el otro es mera fantasía.

Pero ésta fue diferente, fue tan viva, tan real. Tal vez porque la lectura ayuda a recordar escenarios protagonizados por El Libertador, esos que hasta el cansancio nos enseñaron desde primaria.

Qué mal agradecidos fuimos quienes no valoramos la oportunidad de aprender la mejor de las historias, la nuestra, la del nuevo mundo. De niños no teníamos idea de su valor.
Estoy feliz de haber recordado esos hechos, en medio de placenteros recuentos novelescos narrados por Manuela y sus esclavas.

Para quienes no se acuerden de lo complicado que fue este amor, en medio de tantos deberes patrióticos, traiciones y persecuciones, fue imposible el felices para siempre. Prevaleció la tragedia, como en Romeo y Julieta, y como otras tantas veces en la vida real. Ni tan alejado está el romance de la tragedia. Ya hasta me parece que van de la mano.

Este libro quedará por siempre en mi corazón, como la persona que me lo recomendó.

Por supuesto que ya le agradecí.

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