Los payasos que destruyeron mis ilusiones cuando apenas crecía

El miércoles fue mi cumpleaños número 23, y la emoción fue tanta que no quería ni recibir felicitaciones. Demasiadas dudas existenciales a estas alturas para mi gusto. Además, la vejez lo deja a uno sin ganas de seguir fingiendo que le emociona cumplir un año más.

Pero quiero escribir sobre una época más feliz, como la de esta fotografía. Sí, ya sé que no se ve nada feliz, pero hay otras donde sí estoy sonriendo ese día. Era mi primer año, por supuesto que no recuerdo nada, excepto a esos dos sujetos que me acompañan. Los payasos que destruyeron mis ilusiones cuando apenas crecía.

No sólo estuvieron en esa fiesta, sino en un montón de cumpleaños más. De mi hermano, de mis primos, de unos amigos. Creo que no había otros perdedores con disfraces en Cabimas que animaran fiestas infantiles.

Los adultos los adoraban, supongo que cobraban barato, o se lanzaban las mejores técnicas de entretenimiento, yo qué sé. Lo único que recuerdo de estos dos sujetos es que me eliminaban en todos los juegos que se inventaban. Lo mejor era el anuncio:

“Y la niñita del vestido verde quedó… ELIMINADA”. A todo pulmón.

Bullying, le llaman a eso. No me imagino cómo habrían hecho en estos tiempos donde cualquier intento de avergonzar a cualquier persona es condenado por los extremistas. Pero no vine a hacer dramas por eso, sino porque en todos, sin excepción, me sacaban.

Es imposible que recuerde algo de lo que pasó en mi primer cumpleaños, ambientado con Minnie Mouse en el Club La Salina de PDVSA, pero estoy segura que de haber tenido la oportunidad de eliminar a la niñita del vestido blanco con rojo y zapatos sosos, lo habrían hecho.

No es casualidad que esté llorando en la foto, ya sabía yo que terminaría odiándolos por el resto de mis días. O puede que sea porque siempre he sido una llorona, en especial cuando invaden mi espacio, cuando respiran mi aire.

Being a hater since 1995. Feliz cumpleaños para mí.

La fotografía es de 1996, algún día de agosto.