Respira y espera



Respira. Cuatro, siete, ocho. Descansa. Respira de nuevo, el mismo ciclo.

Todo va a estar bien.

Eso repito una y otra vez. Quiero pensar que la ansiedad es responsable de arrebatarme gramos de cordura a cambio de los perfectos planes que se avecinan. El sacrificio.

La oscuridad es la antesala de la luz, el fracaso precede al triunfo.

¿Quién podría identificar una victoria si no conoce la existencia de una derrota?

No todo lo malo que sucede desemboca en recompensas de la justa y equilibrada vida. A veces sencillamente todo es grisáceo, sin sabor; nada vale la pena de vez en cuando. Hay quienes aseguran que después de la tormenta viene el sol, otros siguen esperando que al menos escampe.

La vida no es una fórmula, no todo es matemáticas; no hay manera de que el resultado sea siempre el mismo. Lo que para algunos sabe a delicia, no es más que un trago amargo para el resto.  

Como en los deportes, siempre hay un vencedor y también un perdedor. ¿Quién será el árbitro de tan injusto partido? No creo que haya jugadores en esta contienda de manera voluntaria. ¿Quién se habrá anotado para esta trampa del destino?

Toca esperar a ver quién saldrá a librar por las almas secuestradas, las que se sienten de ningún lugar. Huérfanos de motivos para seguir, pero esclavos de las ganas de permanecer.

Respira. Cuatro, siete, ocho. Descansa. Respira de nuevo. Respira y espera. He escuchado que los pacientes reciben su recompensa.

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